Pedro Castillo disolvió el Congreso de la República toque de queda golpe de  estado | POLITICA | CORREO

Fuente de Imagen: Diario el Correo

Hoy, 7 de diciembre, se cumple exactamente un año desde que, el entonces presidente Pedro Castillo, quiso asestar un golpe de estado en complicidad con otros distintivos personajes políticos, algunos que siguen en libertad hasta el día de hoy. Sin embargo, la cara del golpe, Pedro Castillo, fue rápidamente encarcelado y cumple una condena de prisión preventiva de 18 meses en el penal Barbadillo, acompañando a otros personajes de la política peruana. Hasta ayer, 6 de diciembre, Pedro Castillo convivía con el recientemente liberado Alberto Fujimori; el expresidente Alejandro Toledo es otro de sus “vecinos” de celda.

Pero, después de un año de ver como la caravana presidencial se quedaba atascada en la Vía Expresa Javier Prado, y como se desataba una confusión de órdenes entre miembros de la seguridad personal del presidente y efectivos de la DIROES; aquí en CarpeDiem pensamos que es bueno recordar lo que el presidente, y por consiguiente sus allegados, dijeron textualmente en ese fatídico mensaje a la nación a las 11:41am. Especialmente, más que recordar, hay que reflexionar en el estatus tan frágil de la democracia peruana, que a pesar de que en este caso previno un golpe, no da garantías de prevenir un segundo.

“Disolver temporalmente el Congreso de la República e instaurar un gobierno de emergencia excepcional”

La expresión, “gobierno de emergencia excepcional” es nada más ni nada menos que un claro, pero pésimo intento de instaurar un gobierno autoritario. Se vuelve aún más pésimo (estratégicamente hablando) cuando Castillo dijo:

“A partir de la fecha y hasta que se instaure el nuevo Congreso de la República, se gobernará mediante decretos ley.”

Aquí plenamente admite, de la manera más obvia que busca instaurar una dictadura “temporal”. Y, como es obvio al observar las obras “temporales” construidas para “prevenir” el Fenómeno del Niño, sabemos que lo temporal es sinónimo de “si nadie se queja, no hay por qué arreglarlo”.

Pero más allá de las pasiones políticas por parte de la oposición a Perú Libre, o a Pedro Castillo total desde su separación del partido; más allá de que este fue un pésimo ejemplo de efectuar un golpe de estado con un Congreso en sesión y sin el crucial apoyo del ejército, inevitablemente la pregunta surge por sí misma: ¿Qué hubiera pasado si Castillo, o la gente detrás de él, hubiesen consumado su golpe de estado? ¿Qué le hubiera sucedido al Perú si, en el caso catastrófico, tenía el total apoyo de las fuerzas armadas mediante coimas o favores? ¿Qué hubiera sucedido si, por un motivo o por otro, el Congreso no saltaba como nunca en acción y simplemente no efectuaban una “vacancia exprés»? Todas estas preguntas surgen, y demuestran que la democracia peruana, al menos como la conocemos, continúa en constante peligro, especialmente mientras nos acercamos más al nuevo ciclo de elecciones en 2026.

Muchos comentaristas, expertos e inexpertos, han dicho en el transcurso de este año que los mecanismos de ley están “funcionando”. Citan ejemplos como Ollanta Humala y Nadine Heredia yendo a prisión (preventiva), o Keiko Fujimori cumpliendo condena (preventiva), la extradición de Alejandro Toledo después de tan solo 6 años, la prisión domiciliaria hacia Pedro Pablo Kuczynski, la muerte civil de Martín Vizcarra mientras participa activamente de su nuevo proyecto político, o la misma prisión (preventiva) de Pedro Castillo. Y a pesar de que todos estos ejemplos muestran que, en cierto nivel, la ley peruana se está aplicando a “todos por igual”, pensamos que es más que evidente que tener a prácticamente todos los presidentes y otros famosos personajes de la política peruana investigados, presos o muertos no es un buen síntoma de la democracia peruana.

Es más, no es un buen síntoma que haya pasado un año desde el intento del golpe y Pedro Castillo continúe con una sentencia “preventiva” y no una efectiva. En 6 meses esa sentencia vence y, al menos por un breve periodo, saldría en libertad; de la misma manera en la que Vladimir Cerrón continúa prófugo de la justicia. ¿En qué otro país del mundo no se efectúa una sentencia efectiva a alguien que está grabado en televisión nacional expresamente declarando la instauración de un gobierno autoritario?

Pero, inevitablemente, la solución empieza con la sociedad civil, la gente en el Congreso son representantes, gente que está sujeta a nuestros votos como peruanos. Debemos empezar por hacer que esos votos pesen, que hagan que los partidos políticos sientan la voz de sus constituyentes. Y obviamente esto está directamente conectado con la educación, y el votar responsablemente; cosas de las que hablaremos en otros artículos a más detalle.

Al final, un año después continuamos viendo lo siguiente: la democracia en el Perú es más frágil de lo que parece. Y a pesar de que este fenómeno se está viendo especialmente en países occidentales, eso no significa que nosotros nos debemos quedar atrás. Es más, debe ser nuestra motivación para resolver estos problemas, agrupandonos como ciudadanos para mantener la democracia; un ideal conectado con nuestras libertades civiles y nuestros derechos fundamentales.

Un gobierno democrático no tiene por qué ser débil en términos de resolver problemas como la delincuencia y la educación; es más, necesitamos ser democráticos para conectarnos con esas voces que no siempre podemos escuchar para así fabricar mejores soluciones.

Hablando se entiende a la gente. 

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